El
impacto de las amenazas naturales en Amèrica Latina: Aspectos sociales,
políticos, económicos y su relación con el desarrollo
del país
Sergio Mora C.
RESUMEN
La conjugación que se establece
entre los fenómenos naturales y la elevada vulnerabilidad de los
elementos humanos, causa un nivel de pérdidas socio-económicas
cada vez más importante en nuestro país. Los daños
estimados se encuentran, en promedio, alrededor del 2% y quizás
más alto, sobre el Producto Nacional Bruto (alrededor de US$2.500
millones desde 1988). Esta situación es insostenible y se vuelve
crónica, pues los esfuerzos para solventarla son insuficientes.
Las condiciones regionales y locales que rigen los parámetros climáticos
e hidrometeorológicos, la constitución geológica y
las situaciones propias de la gran actividad geodinámica, tanto
interna como externa, son las causas naturales que favorecen la intensidad
con la que se manifiestan las amenazas (sismicidad, volcanismo, deslizamientos,
ciclones, inundaciones, avalanchas, erosión intensa de suelos, sequías).
A estas condiciones se suman las circunstancias de una vulnerabilidad creciente
de la infraestructura, de las líneas vitales, actividades productivas
y servicios, la expansión urbana desordenada, el crecimiento demográfico
y sobre todo la explotación irracional de los recursos naturales
y el deterioro del ambiente. La pobreza galopante y en proceso de intensificación
actúa como un factor magnificador. Gran parte de la problemática
descansa sobre el desinterés, que acerca del tema manifiestan los
tomadores de decisiones, sobre todo los que participan dentro de los procesos
políticos, muchas veces desmotivados por la falta de continuidad
de las acciones más allá de los procesos electorales o luego
de los desastres, cuando los medios de comunicación ya no ofrecen
la oportunidad de ser parte de las noticias. Sin embargo, una buena porción
de la responsabilidad que al respecto se plantea, pertenece a los grupos
científico-técnicos y a la muy pobre calidad de los procesos
de difusión de la información y la forma de plantear los
argumentos. Es necesario un cambio urgente de estrategia. En el siglo y
milenio venideros se nos presenta la oportunidad de construir una estrategia
más convincente para atraer y comprometer a los tomadores de decisiones
y a los políticos. La información conducente hacia la aplicación
de los principios de la prevención y mitigación, aplicados
al desarrollo sostenible y por medio de un ordenamiento territorial, debe
integrarse con hechos, cifras, conceptos y sobre todo proyecciones acerca
del sombrío panorama futuro que se vislumbra, de mantenerse las
condiciones actuales. No cabe duda que la ausencia o insuficiencia en las
inversiones en prevención, debe verse como un subsidio temporal
que nos presta la naturaleza y que definitivamente será cobrado,
tarde o temprano y posiblemente con intereses muy elevados.
INTRODUCCIÓN
Generalidades
La evolución que muestra el mundo
es asombrosa y es producto del ingenio humano. Por ejemplo, le tomó
al hombre menos de 70 años, a partir del primer vuelo tripulado
de un avión, para llegar a la Luna y menos de 90 para estudiar,
por medio de sondas espaciales, todos los planetas del sistema solar y
otros astros del Universo. De la misma manera, en los últimos 100
años la economía mundial se ha expandido 20 veces y la producción
industrial ha aumentado unas 50 veces. Esto, sin embargo, se ha presentado
paralelamente con varias circunstancias no tan afortunadas, como por ejemplo
al hecho de que el consumo de combustibles ha crecido más de 30
veces y el consumo de agua con diversos fines se ha incrementado más
de 10 veces (Veltrop, 1996). Esta ha sido, en parte, la respuesta a una
triplicación de la población humana, no siempre proporcional
a la distribución de la riqueza.
La mayor parte de esa población,
ha nacido en países de los llamados “en vías de desarrollo”
(figura 1), con una gran desproporción con respecto a aquella nacida
en los pocos países quecontrolan la mayor parte de la economía
mundial. Obviamente, esta expansión demográfica galopante,
ejerce una gran presión sobre los recursos naturales, sobre todo
los no renovables (la gran mayoría). Como ejemplo se puede citar
el consumo del agua, el cual creceexponencialmente, particularmente su
aplicación a la agricultura e industria (figura 2). El problema
es que, la partededicada al consumo doméstico y sobre todo la de
buena calidad y potabilidad, no está al alcance de toda la población
y más bien se ha comenzado a experimentar un incremento de la población
sin acceso al agua potable desde el inicio del decenio de 1990.
Figura 1. Evolución de la
población mundial (según Veltrop, 1996). comparación
entre los países industrializados y en desarrollo.
Esta situación es preocupante y
las reacciones no se han hecho esperar. La humanidad ha entrado en un proceso
de toma de conciencia sobre los peligros de la insostenibilidad de su forma
de vida y la de los otros seres vivien-tes del planeta. Al mismo tiempo,
la ignorancia, indiferencia, negligencia y los intereses crea-dos promueven
hoy como nunca, una carrera hacia el agotamiento precoz de los recursos
y de los medios básicos del sustento de la vida.
Figura 2. Comparación entre
las utilizaciones del agua en el mundo (según Veltrop, 1996).
La humanidad debe enfrentarse entonces a la
degradación del ambiente, al cambio climático, pérdida
de biodiversidad, contaminación de las aguas, suelos y aire, urbanización
desordenada, prácticas desmesuradas de deforestación, drenaje
de humedales, explotación irracional de los recursos naturales y
como se ha visto, una demografía creciente exponencial-mente. Este
es el discurso realista que actualmente se maneja en los medios de comunicación,
los círculos políticos, grupos de presión y cada vez
más dentro de la población. Sin embargo, ha quedado por fuera
un capítulo tan importante como los anteriores: el impacto e influencia
de los desastres “naturales”.
LOS DESASTRES Y NUESTRA MANERA DE VIVIR
Incompatibilidad
La conjugación de los problemas
que se desprenden de nuestra manera actual de vivir, con algunos fenómenos
naturales de elevada intensidad, genera situaciones que contribuyen a deteriorar
más rápidamente la situación de la sociedad (nivel
y calidad de vida). La situación es compleja, dada la gran cantidad
de variables que se entremezclan y al hecho de que en ocasiones es casi
imposible dilucidar cuáles son las causas y cuáles las consecuencias.
Es claro, hasta ahora, que los desastres en realidad no son solamente causados
por la fuerza de los fenómenos naturales potencialmente destructivos.
En realidad, se puede hablar de “desastre” en la medida con que algún
elemento antrópico o del ambiente se vea severamente afectado y
puede constatarse que las pérdidas que se producen a causa de este
tipo de eventos se incrementa. Ello, a su vez, retroalimenta y acelera
los procesos de deterioro, por lo que evidentemente y al no considerarse
el caso con la debida atención, pone de manifiesto el hecho de que
existe alguna falla de apreciación, estrategia o de visión.
Los esfuerzos hasta el presente
Hasta el día de hoy, los esfuerzos
se han concentrado en la elaboración de análisis sobre todo
en el campo de las amena-zas naturales. La mayor parte del énfasis
y del apoyo financiero (no muy abundantes, dicho sea de paso) se ha concentra-do
en este tipo de estudios sobre los fenómenos naturales: sismicidad,
volcanismo, ciclones, inundaciones, erosión intensa de suelos, deslizamientos,
sequías y otros. Han comenzado apenas a interrelacionarse estos
factores con las circunstancias ambientales y el manejo de las cuencas,
por ejemplo.
Adicionalmente, comienza a aflorar un interés,
aun tímido, por los estudios de vulnerabilidad sico-social, física,
económica, infraestructural, así como los esfuerzos por precisar
las metodologías de evaluación de los daños ya ocurridos
(CEPAL, 1990). Como se analizará más adelante, estas visiones
se encuentran con un atraso relativo importante con respecto a las otras.
Tradicionalmente, es la fase de atención
del desastre (el “durante”) la que ha contado con el mayor respaldo
por parte de los organismos internacionales y los gobiernos nacionales:
socorro, rescate, respuesta, refugio, inicio de la reconstrucción.
En estos casos, no se escatiman recursos ni esfuerzos para aliviar, de
inmediato, los daños y pérdidas. Desafor-tunadamente, el
impulso y la toma de conciencia duran poco y terminan disipándose
(Mora, 1995c). Es así como en el “después” las acciones se
entraban, muchas de las circunstancias quedan sin resolver y se olvida
rápidamente que el “post”, poco a poco se convierte en el “pre”
del próximo...
La visión preventiva no ha sido
atendida, por lo tanto, con el mismo ahínco que las otras, no obstante
la creciente concientización y los esfuerzos como el de las Naciones
Unidas, con su iniciativa del "Decenio Internacional para la Reducción
de los Desastres Naturales". Ha habido avances, como los registrados durante
la Cumbre de Yokohama (1994) y en otras ocasiones, pero desafortunadamente
muchas de las acciones han quedado en el tintero, otras en anaqueles y
algunas no han pasado de la retórica.
La situación actual se complica
A pesar de la realización de esfuerzos
como los anteriormente descritos, no podemos más que constatar que
la situación general ha progresado poco y la prueba de ello es que
no se nota una reducción sustancial de la pérdida de vidas
humanas, de los costos económicos y del deterioro marcado del nivel
y de la calidad de la vida causados por el efecto de los desastres.
Como parte de ello, el ciclo vicioso establecido
se acompaña de un proceso constante de retroalimentación,
pues la pobreza se acrecienta y cada día hay más poblaciones
marginales; el crecimiento demográfico es acelerado y existen gran
desorden y velocidad extrema en la expansión urbana e infraestructural.
Día con día se ocupan terrenos de calidad cada vez inferior
y más expuestos al impacto de los fenómenos naturales, cuyo
efecto por lo tanto se magnifica; en otras palabras: la vulnerabilidad
aumenta (Mora, 1995a).
¿ Existe conciencia y apoyo por
parte de los tomadores de decisiones políticas?
Es claro, con contadas excepciones, que
los tomadores de decisiones, en particular los que se relacionan con el
orden político, mantienen un evidente desinterés en
los principios y acciones de la prevención. La prioridad es definida
sobre temas de mayor y más rápido impacto electoral, por
ejemplo: el costo de la vida, nueva infraestructura, aspectos macro y microeconómicos,
empleo. Pareciera que el tema de la prevención no es en realidad
capitalizable electoralmente en nuestros países y por esa razón
no se encuentra dentro de la agenda política, ni en los programas
de gobierno, de los partidos políticos y ni siquiera dentro de las
promesas de campaña de los candidatos a los puestos oficiales de
los gobiernos locales y nacionales.
Una vez en el poder, los políticos
se identifican con los desastres solo cuando ocurren y se presenta la oportunidad
de figurar ante los medios de comunicación colectiva, sobre todo
al inicio de los operativos de respuesta (inspecciones oculares, repartición
de ayuda, identificación con el dolor por las pérdidas).
En general, los propósitos de la prevención que de aquí
emanan son de corta duración, además de que rara vez van
más allá de la retórica y rápidamente caen
en el olvido. Bajo estas circunstancias, no podemos ignorar que no hemos
progresado en este sentido y más bien debemos contabilizar un fracaso
parcial en el procedimiento empleado y con los resultados logrados hasta
el momento.
Es posible, también, asignar una
buena parte de la responsabilidad de este fracaso al hecho de que los grupos
“técnico-científicos” no hemos sabido difundir y comunicar
adecuadamente la información. Sobre todo, no ha sido posible idear
los medios para presentar los argumentos de una manera convincente, atractiva
y que le facilite al político su identificación y compromiso.
Es por esto que es necesario y urgente un cambio de estrategia.
¿ Por donde es factible empezar
?
La concepción de una estrategia
debe ser congruente con la meta final, al menos desde este punto de vista,
de alcanzar un proceso real de prevención y mitigación de
los desastres originados por los fenómenos naturales, conjugados
con la manera de vivir conflictiva y desgastante de los humanos.
Esta estrategia debe desembocar en una política de Estado permanente,
eficaz, rentable y sobre todo que cuente con el apoyo y compromiso de los
tomadores de decisiones políticas.
Esta política preventiva podría
concebirse, inicialmente, por medio de su conexión y ligamen con
otros aspectos e ideas que cuentan ya con mayor atención, como por
ejemplo: el ambiente y el desarrollo sostenible, el ordenamiento territorial,
la macroeconomía, los aspectos relacionados con la relación
Beneficio/Costo y quizás otros.
¿ Cómo enfocar la situación
con nuestra realidad tan cambiante ?
No pueden dejar de tomarse en cuenta
varios hechos que obstruyen, dificultan y atrasan la aplicación
eficiente de una política preventiva. Estos se relacionan con los
cambios de las tendencias que actualmente ocurren en nuestro medio y que
condicionan, sin duda, cualquier circunstancia particular que quiera enfocarse.
Es claro, por ejemplo, que la economía
de nuestro país se basa, cada día con más fuerza,
en sistemas de libre mercado, con una rápida evolución hacia
la globalización y el neoliberalismo profundo. Esto es causa y a
la vez consecuencia del hecho de que los gobiernos ejercen cada vez menos
influencia dentro de los procesos de toma de decisiones que rigen los márgenes
políticos de la economía. Su énfasis y preponderancia
se trasladan paulatinamente hacia el sector privado. Al mismo tiempo, ha
perdido terreno el concepto social de las inversiones de desarrollo en
la implantación de la infraestructura y de los servicios en beneficio
del concepto de la rentabilidad absoluta: el elemento que no es rentable,
no debe instrumentarse.
Adicionalmente, en este momento ocurre
la superposición entre los viejos y nuevos paradigmas, como en el
caso del “desarrollo sostenible”, el cual todavía no es siquiera
bien comprendido y menos aun bien aplicado.
EL DESARROLLO SOSTENIBLE Y LOS DESASTRES
¿ Es el desarrollo sostenible
un nuevo paradigma a superar en el futuro ?
El concepto de desarrollo sostenible provee
un enfoque temporal (“continuum”) que las definiciones tradicionales no
ofrecían. No podemos seguir pensando en “desarrollo” sin ofrecer
la oportunidad a las futuras generaciones de que puedan disfrutar de la
vida al menos con las mismas condiciones que nosotros hemos tenido; la
idea es no heredarles un planeta destruido.
Ahora bien, el hecho de obligar a pensar
hacia adelante, en el tiempo, hace posible concebir una situación
potencialmente peligrosa, de mantenerse la tendencia que ofrece el modelo
de desarrollo actual. Existe entonces la prerrogativa de intentar favorecer
a las futuras generaciones, en este caso por medio del concepto de la prevención
de los desastres.
Sin embargo, es necesario apuntar que el
concepto de desarrollo sostenible no será capaz por sí solo,
de proveer un paradigma completo sin que la resolución de los problemas
derivados de los desastres sea adoptada, no solo como política de
Gobierno, sino como política de Estado. Por lo tanto, el planteamiento
de una hipótesis fundamental de trabajo bajo estas premisas claramente
se vuelve inevitable: el desarrollo sostenible y la reducción de
la vulnerabilidad, deben ser objetivos inseparables.
Como corolario, hay que manifestar que
de todas maneras, el desarrollo sostenible no será posible, entre
otras limitaciones, mientras prevalezcan las condiciones de vulnerabilidad
tan elevada como las imperantes hoy en día, ni mientras el desarrollo
económico siga sin buscar ni basarse preferentemente en la solución
de las condiciones de la vulnerabilidad.
Ejemplo: El Huracán César
y su impacto sobre el desarrollo de Costa Rica
Las amenazas naturales se han convertido
en un problema que obstaculiza el desarrollo, sobre todo en los países
del “tercer mundo”. Para citar un ejemplo y de ahí extraer las conclusiones
pertinentes, pueden mencionarse algunos aspectos acerca de los efectos
socio-económicos ocasionados por el Huracán César
(julio, 1996) en Costa Rica (Mora, 1995b).
Este huracán, desarrollado en el
mar Caribe generó, como a menudo sucede, un sistema interactuante
con la masa nubosa de la Zona de Convergencia Intertropical del Pacífico.
Esta masa es “atraída” por el ciclón y empujada hacia las
montañas del centro de Costa Rica, dentro de cuyas vertientes se
desarrollan lluvias de muy elevada intensidad (e.g. estación San
Juan, Alto de Tinamaste, 920mm/24 horas). Por consiguiente, se presentaron
numerosos casos de deslizamientos, erosión intensa de suelos e inundaciones.
Hacia el extremo sureste del país, el río Grande de Térraba,
cuyo caudal promedio anual es de alrededor de 350m3/s, registró
una avenida con un caudal pico de aproximadamente 14000m3/s (Departamento
de Hidrometeorología-ICE, 1996). Es claro que el daño a las
laderas, terrenos bajos, áreas productivas, poblaciones, infraestructura
y líneas vitales, fue muy importante.
De acuerdo con el análisis de CEPAL
(1996), los costos directos e indirectos de los daños registrados
suman alrededor de US$150 millones lo cual, si bien en forma absoluta pareciera
no ser una cifra exagerada, desde el punto de vista relativo el panorama
y su importancia relativa cambian radicalmente al considerar el tamaño
de la economía nacional y el momento histórico que atraviesa.
Vale la pena mencionar que el crecimiento
económico esperado en Costa Rica antes del Huracán, para
1996 era del 3,5%. Luego de aplicar las metas y medidas de ajuste estructural
impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, el crecimiento
esperado se redujo al 1%. Una vez considerado el efecto del Huracán
sobre los diferentes sectores de la economía costarricense, se estima
que el crecimiento será de alrededor del -0,8% de acuerdo con un
escenario optimista (CEPAL, 1996 y fuentes periodísticas varias).
No obstante, el costo real y final para la sociedad es obviamente más
elevado, pues exacerba una situación previa acumulativamente problemática
y deteriorada. Véase en ello, una condición desfavorable
adicional que los gobiernos no pueden resolver, dado su desinterés
en la prevención.
VULNERABILIDAD, RIESGO Y SUBSIDIO
¿ Qué es la vulnerabilidad
?
La vulnerabilidad representa la exposición,
fragilidad y deterioro de los aspectos y elementos que generan, dinamizan
y mejoran la existencia social, tanto en su nivel como en su calidad. En
el caso de un desastre, la vulnerabilidad ha sido medida tradicionalmente
por medio del número de heridos, muertos y del impacto económico
y social, es decir, los daños que generan los problemas de utilización
del espacio y de los recursos naturales. La vulnerabilidad puede verse
entonces como una deficiencia del modelo actual de desarrollo.
Uno de los cambios fundamentales que se
requiere realizar, para efectos de racionalizar y modernizar la atención
de los conceptos actuales de la prevención, es la adopción
de una óptica a partir de la cual se definan las herramientas de
análisis y sus aplicaciones hacia el desarrollo sostenible. A partir
de ahora, no podremos conformarnos, como lo hemos hecho, con comprender
la vulnerabilidad de las estructuras. Debemos proceder a comprender con
prioridad la estructura de la vulnerabilidad: ¿ Qué o quién
es vulnerable y porqué?
El valor de los recursos y el subsidio
natural
El valor de un recurso cualesquiera
incluye su valor intrínseco natural y el valor agregado del trabajo
que se invierte para producirlo, transformarlo y ponerlo a disposición
para bien de la sociedad. Ese valor incluye la situación natural
a la que pertenece y el costo ambiental para extraerlo de ella. Su utilidad
desde el punto de vista humano, incluye además el condicionamiento
económico, social y tecnológico, todo lo cual debería
poder cuantificarse por medio de unidades de inversión de capital
(CEPAL, 1993). Es claro que en la realidad nunca se ha pagado el valor
completo de los recursos, considerando el modelo insostenible de desarrollo
aplicado actualmente. Por esta razón, puede decirse que la naturaleza
nos brinda un subsidio constante, aplicable durante la vida útil
del bien, de la obra o del servicio respectivo.
Podemos decir también, desde
el punto de vista de la vulnerabilidad, que el subsidio se compone de la
inversión que deja de hacerse o se hace apenas parcialmente en la
previsión del impacto de los desastres: ingeniería, códigos,
normativas, utilización racional de los recursos y del espacio (ordenamiento
territorial), cobertura adecuada del costo ambiental (Bender, 1996). En
este caso, se sustituyen el diseño y funcionamiento adecuados y
seguros, por “riesgo aceptado”. Mientras no haya evento natural, nadie
paga el subsidio...
El problema es que en la actualidad
hay tanto expuesto, que la cobertura del subsidio es inevitable y a plazo
muy corto, casi constante. La vulnerabilidad en nuestro medio es por lo
tanto y esencialmente un problema socio-económico, el cual debe
resolverse pronto o de lo contrario, la inversión necesaria para
mantener, reparar o reponer obras, bienes y servicios destruidos por fenómenos
naturales se volverá inmanejable.
Debe acabar el mito de que los desastres
favorecen la economía
Figura 3. Representación
esquemática del efecto "perverso" en la formación bruta de
capital a causa y luego de un desastre (según Cochrane, 1996)
Este mito se encuentra, a veces, arraigado
en algunos sectores políticos, en particular cuando no se cuenta
con una información amplia acerca del verdadero impacto de los desastres.
Dicho esto, debe reconocerse sin embargo que, bajo determinadas circunstancias
y luego de un efecto inicial de disminución drástica de la
Formación Bruta de Capital inmediatamente después del desastre,
puede presentar-se un efecto temporal de incremento, sobre todo en el sector
privado de la construc-ción y gracias al avance de los procesos
de reconstrucción de la infraestructura destruida y a las donaciones
internacionales (figura 3). Este efecto es sin embargo de corta duración,
pues rápidamente comienzan a sentirse, en el resto de los sectores,
los efectos de otros factores negativos, como por ejemplo los que cita
CEPAL (1996):
Se reducen los ingresos fiscales al no
cobrarse o cobrarse menos impuestos
Deben desviarse recursos financieros destinados
originalmente a inversiones de tipo social u otros sectores necesitados
Se incrementan considerablemente los gastos
corrientes, para atender las primeras acciones de respuesta
Aumenta el endeudamiento y disminuye la
capacidad de pago
La balanza de pagos se desequilibra, a
causa del incremento en las importaciones
A título de ejemplo puede citarse
el caso de Gua-temala, país que terminó de pagar en 1996
los préstamos contraídos para subsanar los gastos adicionales
causados por el terremoto de 1976. Dentro de la misma tendencia, Costa
Rica deberá comprar arroz extranjero en 1997 para reponer las cosechas
perdidas a causa del huracán César en 1996.
Es así como luego del período
de incremento parcial que experimenta la Formación Bruta de Capital,
se alcanza un punto máximo y luego rápidamente desciende
(figura 3; Cochrane, 1996). A partir de esta fase, se establece una diferencia
notoria entre las tendencias que se presentan entre los países “desarrollados”
y aquellos considerados como “en vías de desarrollo”.
En el primero de los casos se establece
una recuperación progresiva de la formación bruta de capital
hasta que eventualmente, luego de cierto período, se recupera la
tendencia de crecimiento original; las curvas se superponen y se restablece
la normalidad.
En el caso de los países “en vías
de desarrollo”, esta recuperación posterior no se presenta y más
bien se establece una nueva curva de crecimiento paralela pero desfasada
con una diferencia clara por debajo de la originalmente proyectada (figura
3). He aquí un factor adicional de distanciamiento socio-económico
entre estas dos categorías de países. Dado el hecho de que
los desastres son recurrentes, esta circunstancia se vuelve repetitiva
y cada vez que ocurra uno, se presentará más o menos la misma
evolución. El resultado es que al cabo de cierto período,
la curva de recuperación seguirá siendo más o menos
paralela a la original, pero cada vez más distanciada de la referencia
inicial (figura 4); en pocas palabras, la tendencia generalizada es la
de un empobrecimiento crónico que conduce a la pérdida de
la armonía y equilibrio en el desarrollo, pues no todos los sectores
de la sociedad ni las regiones geográficas del país pueden
continuar con el mismo impulso, ritmo y dinamismo.
Figura 4. Representación
esquemática del efecto "perverso" en la formación bruta de
capital a causa y luego de varios desastres sucesivos (modificado de Cochrane,
1996).
El caso de Costa Rica puede ilustrarse
como concordante con este modelo, de acuerdo con los datos disponibles
dentro del informe del Proyecto Estado de la Nación (figura 5).
La tendencia evolutiva del índice de Formación Bruta
de Capital Fijo muestra descensos significativos luego de los años
en que se han hecho sentir los desastres asociados con el huracán
Joan (octubre, 1988) y el terremoto de Limón (abril, 1991). Debe
admitirse, sin embargo, que estos fenómenos no son los únicos
que intervienen dentro del proceso y que deben considerarse otros, como
el programa de ajuste estructural y la recesión económica,
que se hacen sentir a partir de 1993.
Figura 5. Variación del
índice de Formación Bruta de Capital Fijo de Costa Rica desde
1984 y la influencia de dos de los principales desastres ocurridos (fuente
de datos: Proyecto Estado de la Nación, 1996).
Por otra parte, no cabe la menor duda que
los desastres influyen sobre las tendencias generales de la economía
nacional, las condiciones de la sociedad y su bienestar. Es posible
apreciar el impacto depresivo de los desastres sobre una serie de índices
socio-económicos que caracterizan el comportamiento y evolución
de nuestro país (figuras 6 y 7).
Figura 6. Variación de algunos
índices socio-económicos en relación con dos de los
últimos desastres más importantes ocurridos en Costa Rica
(fuente de datos: Proyecto Estado de la Nación, 1996).
Figura 7. Evolución del índice
del Producto Nacional Bruto per cápita de Costa Rica y su relación
con algunos de los principales desastres ocurridos.
Dado lo anterior y en el caso del Producto
Nacional Bruto per cápita, es necesario apuntar que no parece lógico
que la influencia sea tan solo manifestada por una leve inflexión
de la curva, tal y como lo muestra el gráfico (figura 7). Parece
ser más bien que se requiere de una revisión de los postulados
y definición de los parámetros que sirven de base para esta
observación estadística, pues el impacto de los desastres
no parece estar adecuadamente representado dentro de los datos y procesos
que la alimentan.
Es claro que, bajo las premisas anteriormente
mencionadas, no parece lógico continuar midiendo el desarrollo únicamente
por medio de cifras e índices económicos, pues es necesaria
una visión más equilibrada de los parámetros. Las
cifras no siempre significan lo que aparentan, por lo que hay que generar
nuevos tipos de información ya que las fuentes y los métodos
actuales parecen estar agotados (véase: Proyecto Estado de la Nación,
1996).
El problema con los métodos
actuales es que no siempre reflejan la situación económica
real alrededor de los desastres, a causa del elevado subjetivismo que se
aplica al valorar las necesidades humanas, los servicios sociales y los
aportes tan importantes de los sectores informales, entre otros. En las
valoraciones, a menudo prevalecen los juicios de valor y las prioridades
políticas, lo que obstaculiza y confunde el proceso de toma de decisiones
(Mora, 1995b). Sí es claro que la inacción ante los crecientes
niveles de vulnerabilidad, hace que el riesgo aumente día con día
y los problemas se vuelvan cada vez más costosos y complicados de
resolver.
CONCLUSIONES
Considerando las circunstancias y hechos
discutidos a lo largo de este trabajo, puede llegarse a la conclusión
de que el modelo de desarrollo actualmente aplicado no es sostenible, en
particular en lo concerniente a la prevención de los desastres naturales.
Es necesario rectificarlo y para ello se requiere de una redefinición
estratégica, sobre todo dentro del campo político, económico
y social.
El problema básico estriba en que
la evaluación de las diferentes ópticas de aná-lisis
ha sido desigual, pues se ha dado mayor énfasis al análisis
de las amenazas y menos al de la vulnerabilidad y a su contenido político.
Es claro que el enfoque socio-económico de la vulnerabilidad tampoco
ha alcanzado un nivel evaluativo adecuado y requiere ser reforzado, en
particular por medio de la aplicación de metodologías que
permitan una cuantificación racional del efecto e impacto de los
desastres.
Parece ser, además, que no
se ha reconocido adecuadamente la importancia del papel que juegan los
mercados financieros durante las etapas “post desastre”. El sector privado
no puede disociarse del tema económico de los desastres, pues por
un lado es víctima de ellos y por otro, motor de gran parte de los
procesos de re-estabilización. No obstante, en el caso de los países
“en vías de desarrollo”, parece difícil y quizás imposible
privatizar el costo de la reconstrucción, pues los elementos más
dañados usualmente son los bienes, servicios e infraestructura públicas
y por otro, las coberturas de seguros son generalmente demasiado bajas.
Esta es, en todo caso, otra diferencia muy marcada con respecto a los países
“desarrollados”.
Bajo estas premisas, puede concluirse
que los elementos básicos para promover una política de sostenibilidad
social, cultural, económica y ambiental, en relación con
la prevención de los desastres, deben incluir, por lo menos:
-
Un proceso explícito de planificación,
como instrumento de prevención y que a la vez permita regular la
utilización del espacio y de los recursos naturales
-
Recursos para favorecer, con una respuesta
tecnológica adecuada, la instrumentación de la eficiencia
y eficacia de las acciones que orientan la prevención, desde las
fases tempranas del análisis de la amenaza, la vulnerabilidad, los
preparativos para la aten-ción de las emergencias, hasta los procesos
de adquisición y memorización de las experiencias
-
Procesos educativo, formativo e informativo,
como instrumentos para la toma de conciencia, culturización y desarrollo
de las responsabilidades individuales y colectivas
-
Organización y participación
comunitaria, institucional y nacional, como instrumento de adaptación
y adecuación de los sistemas, estructuras y funcionamiento social
-
Respaldos jurídicos y legales, para
garantizar el respeto y control de las normas y procedimientos, que al
fin y al cabo, son el recurso final de seguridad y continuidad de la sociedad
-
Financiamiento apropiado de los procesos básicos
que respaldan la prevención: investigación, definición
de la amenaza, vulnerabilidad y riesgo, educación y prepara-tivos
(pre, durante y post)
RECOMENDACIONES
En general
A pesar de los esfuerzos que se han
realizado para mejorar las acciones relacionadas con la prevención
de los desastres, puede constatarse que la situación general de
la sociedad costarricense sigue deteriorándose de manera crónica
y a veces acelerada. Aumentan rápidamente las comunidades, personas
afectadas y las pérdidas económicas y al mismo tiempo pierden
terreno los esfuerzos por proveer un adecuado nivel y calidad de vida a
través de la infraestructura y los servicios. Es por lo tanto necesario
revisar nuestros planteamientos y reconsiderar las estrategias hasta ahora
planteadas. Para comenzar esta tarea, debemos reflexionar acerca de las
condiciones actuales y compararlas con aquellas que consideramos como ideales,
es decir,
las que deseamos tener en el futuro. Así pueden identificarse
las lagunas, faltantes, deficiencias y errores y proceder a repararlos,
al saldar el déficit estratégico correspondiente.
Para efectos de alcanzar un desarrollo
armónico y equilibrado, es necesario definir una política
preventiva racional, fundamentada en la reducción de la vulnerabilidad
a través de:
-
Ordenamiento territorial
-
Mejora de la calidad de los diagnósticos
de amenaza y vulnerabilidad
-
Mejora de la valoración socio-económica
de las obras, bienes y servicios
-
Aplicación de tecnologías adecuadas
de diseño, construcción y operación
-
Desarrollo de una cultura de la administración
consciente de la necesidad de prevenir
También, es claro que la confianza
necesaria para realizar una abundante inversión, enfocada hacia
el desarrollo sostenible, se alcanzará únicamente cuando
los Estados garanticen la continuidad, a largo plazo, de las tendencias
de reducción de la vulnerabilidad y de las mejorías de la
seguridad ante los desastres.
Los estados deben invertir lo necesario
para controlar la calidad de las obras públicas, utilización
racional del espacio y de los recursos naturales, establecimiento de marcos
reguladores sólidos y fundamentados en codificaciones tecnológica
y económicamente factibles, pero sobre todo orientados hacia la
prevención. Uno de los primeros pasos para lograrlo, es mejorando
la contabilidad de costos de los daños causados por los desastres.
Debe saberse con precisión dónde y de qué forma se
han perdido los recursos, pues de otra manera no podrá lograrse
una planificación racional. Esto se puede intentar por medio, por
ejejmplo, de la aplicación de metodologías como la Matriz
de Contabilidad Social (Cole, 1996) y de los Indicadores del Impacto de
las Amenazas (Friend, 1996). Es indudable que será necesario mejorar
la percepción y actitud de burócratas y tomadores de decisiones
hacia este tipo de ideas.
Entre otros factores, la contabilidad
nacional (PIB, PIN, PNB/pc, etc.) debe reflejar, de manera clara la pérdida
de acervos y la distorsión de los flujos de capital causados por
los desastres. Debe además restarse, con precisión,
el valor de los elementos perdidos (destrucción del capital fijo),
para efectos de hacer más claro el componente del subsidio.Es importante
agregar, a la valoración ambiental de los recursos, un componente
del valor perdido en casos de desastre, para conocer los efectos de la
pérdida no solo desde el punto de vista ambiental o turístico,
sino también de su valor protector, como por ejemplo en el caso
de un bosque primario dentro de una cuenca o la destrucción de un
arrecife en la costa.
Desde el punto de vista estratégico
La estrategia fundamental consiste en adecuar
el contenido técnico y sobre todo el lenguaje con que se presentan
los mensajes y propuestas de acción, para orientar los procesos
de toma de decisiones y mejorar el nivel de conciencia y compromiso de
quienes deben llevarlas a cabo. La información debe integrarse con
hechos, cifras y proyecciones acerca de las ventajas de la visión
preventiva y del mejoramiento que esto inducirá sobre el oscuro
panorama que se vislumbra, de mantenerse las condiciones y tendencias que
imperan actualmente. Además, es conveniente no prescindir del mensaje
acerca de la responsabilidad que los tomadores de decisiones asumen dentro
de la inacción y el desinterés, dejando claro que ya no puede
continuar aduciéndose ignorancia...
Parece claro también que la aplicación
al desarrollo sostenible de la prevención y mitigación, a
través del ordenamiento territorial, es un primer paso indispensable
y que de todas maneras reducirá gran parte del problema de la vulnerabilidad.
El mensaje de la prevención
Es de particular importancia definir
un mensaje capaz de motivar la aceptación de los procesos y objetivos
de la prevención por parte de los tomadores de decisiones y de la
población y para ello es necesario preguntarse:
-
¿ Cuál es el mensaje que
debe enviarse ?
-
¿ Cuál es el objetivo
del mensaje ?
-
¿ Cuál es el contenido
que debe tener ?
-
¿ Quiénes deben ser los
actores y protagonistas de la transmisión y recepción ?
La estrategia relacionada con los mensajes,
debe incluir las vías preferenciales de transmisión, como
por ejemplo:
Del “experto” hacia:
-
El tomador de decisiones
-
La población
-
Los líderes y responsables de los gobiernos
locales y nacionales
-
Los planificadores
-
Los medios de comunicación colectiva
El contenido y la forma del proceso
varía en función de las condiciones reinantes en el momento.
Por ejemplo, debe considerarse si los mensajes proceden durante un período
de “normalidad” (énfasis en el contenido educativo, sensibilización,
información general) o durante una situación de crisis (de
acuerdo con el nivel, impacto e intensidad, estado del comportamiento de
los que se han involucrado) y considerando las características culturales
de las poblaciones afectadas.
Vale la pena considerar la necesidad de
definir el aporte que puedan ofrecer ciertos sectores capaces de facilitar
la transmisión, el arraigo del mensaje y su objetivo. Este es el
caso de, por ejemplo: las asociaciones profesionales, los medios de comunicación
colectiva, internet y otros.
Aspectos culturales
Es indudable que las pérdidas en
los desastres ocurren cuando se produce una interac-ción perniciosa
entre los fenómenos naturales y las condiciones sociales, culturales,
económicas y ambientales de la población y a veces es difícil
establecer cuál de los factores es el preponderante. Desafortunadamente,
los esfuerzos por considerar las facetas culturales no han sido llevados
a cabo con la misma energía que en otros campos. Es necesario recuperar
el retraso de esta visión.
Es interesante plantear una interrogante,
basada en el hecho de que no puede explicarse con certeza: ¿ Por
qué la memoria histórica acerca de los desastres, en un país
como Costa Rica constantemente afectado por los desastres, es tan escasa
y deficiente ?. La respuesta se complica al considerar las dificultades
adicionales que generan algunas facetas socioculturales adversas, como
las creencias, supersticiones, ignorancia, niveles bajos de educación
e información y a veces incluso la aceptación del riesgo
a causa de la ausencia de opciones o por una percepción equivocada
de la situación. Este es evidentemente un factor desfavorable que
no permite reforzar suficientemente las acciones preventivas ni la voluntad
de invertir recursos por adelantado.
Consideraciones sociales
De acuerdo con la construcción
socio-política de la realidad, es posible observar que la sociedad
toma conciencia de la existencia de un problema, aunque a veces no lo asume
como tal y por lo tanto rehusa enfrentársele. Esta aparente contradicción
constituye una paradoja, en el sentido de que el problema realmente no
existirá para la sociedad hasta que se acepte la necesidad de generar
las acciones necesarias para resolverlo. Ante esto, es necesario aclarar
que será imposible alcanzar una solución mientras no se establezcan
los conceptos claros acerca del significado de un desastre y sus consecuencias.
El problema de los desastres, dadas
sus variables tan numerosas y complejas, será comprendido en todos
sus aspectos únicamente por medio de una aproximación multidiscipli-naria
(holística) y debe comenzar por la toma de conciencia de los tomadores
de decisiones políticas. Una posibilidad, para comenzar, es la de
vincular directamente el problema de los desastres dentro de la agenda
política y haciéndola parte esencial del proceso de resolución
de otros problemas hasta ahora considerados como prioritarios. La visión
fundamental debe orientarse, en todo caso, hacia la reducción del
riesgo, no del desastre, pues es preferible resolver una situación
peligrosa antes de que ocurra (prevención).
La información
La información juega un papel
primordial a lo largo de toda la cadena de circunstancias relacionadas
con los desastres y su prevención. Por una parte, la cantidad y
calidad de la información acerca de las amenazas garantiza el posicionamiento,
sobre una base firme, para la realización de acciones concretas
que permiten reforzar:
-
Una toma de decisiones guiada adecuadamente
-
Procesos de planificación racional
y realista
-
Investigación aplicada, planteamiento
de escenarios, predicción y pronóstico
-
Establecimiento de códigos, normativas
y criterios de zonificación
Entre otros beneficios evidentes, esta posición
permite disminuir la vulnerabilidad, la incertidumbre y los niveles de
“riesgo aceptado”. Con ello, mejora el diseño y operación
de las obras y servicios y por consecuencia, se reducen la desconfianza
y el costo de los seguros. Queda como tarea mejorar la disponibilidad de
la información técnica y las herramientas de análisis
(i.e. probabilismo, determinismo, sistemas complejos). De esta manera los
políticos reconocerán mejor el esfuerzo de la comunidad “técnico-científica”
y se identificarán y comprometerán con los objetivos trazados.
La comunicación, sus recursos
tecnológicos y fundamentos sociales para la prevención
Se han podido detectar deficiencias profundas
en los procesos de comunicación entre los mismos grupos que laboran
en los variados campos especializados del tema de los desastres. No se
están aprovechando adecuada ni óptimamente los recursos modernos
de que dispone la sociedad en la actualidad. Estos recursos apenas comienzan
a identificarse como medios eficientes para contribuir con la mitigación
del impacto de los desastres. Es clara la necesidad de mejorar su infraestructura,
costo, distribución, dificultades de acceso y capacidad instalada
reducida.
Internet es una de las soluciones tecnológicas
más económicas, oportunas y flexibles y se presenta como
oportunidad para resolver el problema del intercambio de información
dentro del sector de la atención de las amenazas naturales y desastres.
En la actualidad, este intercambio es limitado y además el sistema
se encuentra saturado.
Por otra parte, debe aceptarse el principio
fundamental de que la sociedad merece recibir y tiene un derecho inalienable
a la información de buena calidad y confiable; de otra manera no
será posible su inserción como actor activo dentro del proceso
preventivo. Para lograr este cometido, los procesos de la comunicación
deben basarse en al menos cinco componentes fundamentales:
-
La información de base y su respaldo
“científico”
-
Los grupos que deben realizar su diseminación
-
Contenido, forma y objetivo del mensaje
-
Los receptores y utilizadores
-
Evaluación, control de calidad y valoración
de la eficiencia, resultados y cumplimiento de los propósitos del
proceso
Existen en la actualidad numerosos obstáculos
que dificultan el cumplimiento adecuado de los diferentes componentes y
objetivos antes señalados. Desafortunadamente, la prevención
no es noticia, aunque los desastres sí lo son. Será necesario
entonces cambiar las condiciones para que se revierta la atención
hacia la primera.
Uno de los instrumentos más eficientes
par alcanzar esta meta, consistiría en optimizar los recursos aportados
por los medios de comunicación colectiva, pues se reconoce que en
la actualidad se encuentran inadecuadamente preparados para enfrentar un
reto tan singular. Estos medios poseen más bien una tendencia perniciosa
hacia el favorecimiento de los discursos alarmistas-sensacionalistas y
al poco contenido educativo de las informaciones, dado su énfasis
sobre los géneros noticiosos y las prioridades mercantiles de sus
propietarios.
Adicionalmente, no se ha desencadenado
con suficiente fuerza el proceso de traslado del contenido básico
del conocimiento de parte de la comunidad “técnico-científica”,
impregnado de la información correspondiente con los aspectos preventivos
y de toma de conciencia sobre las amenazas naturales y la vulnerabilidad
asociada. Esto pone en aprietos a los medios para introducirse dentro de
estos temas, pues al interesarse en ellos, sobre todo cuando ya han ocurrido
los desastres, hay muy poco tiempo y recursos como para ubicar las fuentes
adecuadas e investigar. De esta manera es difícil que los medios
cumplan con su responsabilidad de educar, alertar, orientar, contrarrestar
rumores y más bien presentarse como una opción apropiada
de información y contribuir con un adecuado dimensionamiento de
los aspectos que componen los fenómenos y las crisis.
Por el momento, una de las soluciones que
puede instrumentarse, mientras se adopta un plan de resolución completo
y a largo plazo, es el de la identificación e investidura de “voceros
oficiales”. Estos personajes deben poseer un perfil profesional y personal
que les permita adquirir rápidamente la credibilidad de los medios
y del público, aun en situaciones de crisis. De esta manera se evitará
el establecimiento de procedimientos inadecuados de adquisición
de información, rumores, incertidumbres, especulaciones y la intervención
de personajes oportunistas y aventureros. El control y vigilancia (“monitoreo”)
de las comunicacio-nes públicas es una tarea esencial, de la misma
manera que la definición de un plan estratégico que oriente
las políticas correspondientes.
Los aspectos políticos
Las condiciones ideales para alcanzar el
éxito podrían establecerse por medio de la adopción
y aplicación de normas y legislaciones que respalden el control
y reforzamiento de los principios de la prevención. Esto involucra,
inevitablemente, la adquisición de un grado de conciencia, responsabilidad
y compromiso por parte del legislador. Queda en realidad y en la mayoría
de nuestros países, un gran camino que recorrer, pues no se ofrecen
todavía las condiciones adecuadas para el establecimiento de una
relación y comunicación eficientes entre las comunidades
“técnico-científica” y política.
No obstante, es conveniente revisar la
forma cómo se han transmitido hasta ahora los mensajes entre ambos
grupos. No está aun claro si son los especialistas los personajes
apropiados para difundir las ideas de la prevención o si más
bien deben actuar como preparadores de las herramientas y facilitadores
para que el proceso lo realicen los políticos. Ante esto, se debe
aclarar si los políticos se encuentran desde ya lo suficientemente
motivados para ello.
Aspectos estratégicos
Uno de los aspectos que debe motivar el
mejoramiento de los planteamientos estratégicos que actualmente
se aplican, es el hecho de que la vulnerabilidad se mantiene con una tendencia
sostenida hacia su incremento. El crecimiento demográfico acelerado,
la expansión urbana desordenada, la ausencia de planificación
racional, el deterioro ambiental, la falta de voluntad política
y el aumento galopante de la pobreza, son factores que incrementan los
problemas y los hacen más complicados. Un ejemplo que ilustra esta
situación es el hecho de que en las capitales de los países
de la región y otras ciudades importantes, se ha concentrado una
enorme parte de la población, la infraestructura productiva, servicios
y nudos de líneas vitales. Un desastre de envergadura que impacte
una de estas ciudades, se traducirá inevitablemente en una alteración
del funcionamiento sectorial, institucional y social, no solo del sistema
urbano en sí mismo, sino en la organización y desarrollo
del país entero.
La visión actual debe reorientarse
preferiblemente hacia la prevención en las áreas urbanas,
dando énfasis a las iniciativas y acciones locales, la descentralización
de las responsabilidades, la organización de las poblaciones y de
los principales actores. Esto puede ser el resultado de un proceso negociado
de política preventiva, basado en información correcta y
acompañado por el desarrollo de una cultura ciudadana de la prevención.
Entonces, debe trasladarse el énfasis hacia la prevención
sobre la atención del desastre ya ocurrido. Una de las maneras de
comenzar es, por ejemplo, convenciendo a las agencias públicas o
privadas, nacionales e internacionales, entidades financieras, etc. de
apoyar y financiar las iniciativas de prevención y mitigación
y que además exijan medidas preventivas en el diseño, ejecución
y administración de obras y proyectos financiados.
Deben vencerse, por otro lado, los
paradigmas y obstáculos que en los países de la región
impiden la visión prospectiva y futurista de la prevención
y que en muchas circunstan-cias son el producto de factores como:
-
Incapacidad, ineficiencia, insuficiencia de
profesionalismo
-
Dificultades organizacionales propias y colectivas
-
Diferendos en las visiones políticas,
económicas, sociales
-
Cultura del “corto plazo” y falta de financiamiento
-
Ausencia de participación ciudadana
-
Crecimiento demográfico acelerado
-
Explotación irracional de los recursos
naturales
-
Modelos de desarrollo inadecuados o impuestos
Es claro que nos encontramos en una
carrera contra el tiempo, puesto que está en juego el bienestar
de la sociedad, su nivel y calidad de vida y la estabilidad económica
de toda la estructura que se ha formado luego de tanto esfuerzo y sacrificio.
No cabe duda de que lo necesario y urgente es el ejercicio de estrategias
orientadas al favorecimiento de la toma de decisiones preventivas y para
lograrlo, deberá movilizarse la voluntad de los líderes políticos
y los representantes de la población en los foros adecuados, desde
donde defiendan sus derechos a la seguridad y a la estabilidad.
RECOMENDACIONES ESPECÍFICAS PARA
LA ACCIÓN
Sobre la Comunicación
El flujo de información comienza
con aquella que obtiene y desarrolla el “experto” (científico-técnico).
Esta información debe ser transmitida hacia el público y
hacia los tomadores de decisiones por medio de un “vocero oficial”. Su
contraparte debe ser un periodista familiarizado y especializado en los
conceptos que giran alrededor del desastres (amenaza, vulnerabilidad, riesgo,
atención de emergencias), pues debe haber garantía de que
la información ofrecida es completa y que llegará sin distorsiones
al público.
De acuerdo con el contexto social,
cultural y político de la región afectada o afectable, deberá
establecerse el proceso más adecuado de transmisión y oportunidad
de la información. Por ejemplo, se decidirá si durante un
período de crisis o de “calma”, la información sea buscada
por el periodista u ofrecida por el “experto - vocero”. De la misma manera,
será decidido el mecanismo apropiado de difusión (radio,
TV, prensa, volantes). De acuerdo con la experiencia, las conferencias
de prensa parecen ser un mecanismo positivo, pues se ofrece la información
al mismo tiempo para todos y se evitan los rumores. Es también conveniente
desarrollar procesos de control de calidad de la difusión, para
asegurarse de que lo que se emite, llegue adecuadamente al usuario. La
información básica debe por lo tanto ser comprensible, clara
y concisa.
Sobre los aspectos culturales y sociales
Los ejes fundamentales de la estrategia
preventiva deben basarse en las realidades sociales y culturales de cada
región o país. La comunicación, por lo tanto, debe
considerar los lenguajes y contenidos apropiados para garantizar su mejor
provecho.
La educación continua, bajo
estas circunstancias, es el mecanismo que permitirá el desarrollo
de una “cultura de la prevención” y del proceso de mejoramiento
de la memoria colectiva acerca de los desastres. Como complemento, es recomendable
recordar a la comunidad, la situación y realidades que provocan
los desastres y su distribución espacio-temporal. Por ejemplo, pueden
desarrollarse actividades que evoquen tanto los eventos extraordinarios
y destructivos del pasado, como sus generalidades y contextos: “día
del huracán César”, “día de la prevención de
los desastres”. Para ello, pueden aprovecharse algunas fechas o situaciones
especiales: inicio de la temporada de huracanes, indicios de la reactivación
de algún volcán, aniversarios.
Sobre el flujo y utilización
de la información técnica especializada.
No basta con investigar y producir datos;
debe favorecerse su proceso de aplicación hacia la prevención,
la toma de decisiones, el establecimiento de códigos y normas, la
planificación, la generación de modelos, escenarios y el
refuerzo de la capacidad de pronóstico. Esta es la forma de reducir
la incertidumbre y los niveles de riesgo aceptadoy de mejorar la credibilidad
de los actores.
Adicionalmente, es necesario impulsar los
procesos de cuantificación de la amenaza y vulnerabilidad, pues
es la mejor forma de definir las opciones, establecer las prioridades y
orientar los procesos de planificación y toma de decisiones.
Sobre el proceso de definición
de una agenda política
El proceso de definición y adopción
de una agenda política que considere el favorecimiento de la prevención
de los desastres debe realizarse ordenadamente y por medio de una estrategia
integral que permita su formulación, instrumentación y la
evaluación de los resultados consiguientes (Prater, 1996). Una política
como esta debe definirse como una línea de acción continua,
cuyo propósito fundamental es la de resolver o anticipar un problema,
en este caso el de la aceptación de la prevención como política
de Estado.
La agenda debe considerar los elementos
fundamentales en su proceso de establecimiento, dentro de un sistema
participativo y democrático. Debe definirse, en primer lugar, quién
o quiénes la propondrán y sobre todo, aprovechar las “ventanas”
de oportunidad que se presentan durante las fases inmediatamente posteriores
a una emergencia, en las que existe una mayor sensibilización por
parte de los tomadores de decisiones y del público en general.
Una política de este tipo deberá
ser el producto de un trabajo concurrente por parte de múltiples
protagonistas (coalición), con intereses y visiones diferentes (administradores,
posibles afectados, grupos de presión, sector privado, académicos,
científicos). No obstante, debe tomarse en cuenta que de la misma
manera y como se requiere de la colaboración de múltiples
fuentes, se presentarán también intensos debates. El resultado
esperado deberá ser por lo tanto “negociado” y equilibrado para
permitir alcanzar pronto un consenso.
Esta política debe considerar, dentro
de su estrategia, varios aspectos claves y fundamentales:
-
Una legislación clara y consistente
con las realidades del país
-
Un soporte teórico sólido y
firme
-
Una repartición adecuada de las responsabilidades,
atribuciones y autoridad
-
Un hilo director de las acciones, más
activas que pasivas, que permita mantener la continuidad y evitar el estancamiento
dentro de la retórica
-
La definición de un liderazgo institucional
y personal adecuados
-
Buscar el apoyo activo de grupos de presión,
ciudadanos, electores, actores gubernamentales
-
Inserción dentro del plano cultural
por medio de la educación, basándose en los programas educativos
escolares
La política preventiva deberá
estar provista de sistemas apropiados de evaluación, los cuales
podrán ser aprovechados, al mismo tiempo, como elementos para su
retroalimentación. Esta evaluación, además, deberá
fundamentarse en una causa teórica firme y establecerse sobre soluciones
y objetivos políticos mensurables y racionales.
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